Una sucesión (o potente catarata) de jornadas agitadas, esperas exasperadas de (o sobre) subtes, trenes y colectivos, una horda de peatones que te atropellan sin disculparse (tanto que después de seis o siete impactos, acaso por la misma violenta fuerza del choque, que remueve y desordena - o reacomoda de acuerdo a unos parámetros establecidos por LA MALDAD - las neuronas y las ideas que sostienen, es fácil olvidar, o querer suspender, la propia idiosincrasia, los modales, y acaba uno por convertirse en la imagen de sus agresores, esos seres apurados por llegar a ningún lado, al banco, la oficina sin ventanas, o por llegarse de tía Marta que vive en el 6to B por escalera pero la voy a visitar seguido porque no le debe quedar mucho y bien podría dejarme ese depto del centro que lo alquilo por una fortuna y con lo de los dos primeros meses me voy a Buzios que ahí seguro que sí engancho), el bufido de una agria kiosquera y el maltrato descarado, sin disimulo, abierto de una empleada de un muy afamado expendio de flacos alimentos por demasiadas monedas para lo etéreo, metafísico de sus porciones y el verdadero corso procurador de severas migrañas que componen tanto su plantel como sus gruesos clientes, y, por último (hasta ahora, y espero que no haya más) una lluvia torrencial (que afortunadamente no logró traspasar el grueso calzado que, advertido, elegí para la ocasión de entre el no tan amplio -como quisiera- abanico de posibles) hacen que quiera GRITAR.
Un disco de PIXIES parecía venir muy al caso para expresar, canalizar o incluso (y hasta puede ser que, en determinado momento fuera lo que más deseara) potenciar esa mezcla de ira, asfalto, cosas (gente, autos, helados, maletines) que pasaban rápido (a un lado de la mirada, tendida fija adelante, ahí en ese huequito entre la vieja y el gordito, donde tengo que poner el pié y pegar el saltito para esquivar la caca que hizo el perro del bigote ese de allá) y el desesperado asombro que me causaba la ciudad, lo de más lejos y, más fuerte, lo de más acá, lo que caía dentro del circulo de mi miope mirada, y, más fuerte aún, yo mismo. Sin embargo, inesperada, una EPIFANÍA. Pero una epifanía sosegada, a diferencia de aquellas pintadas en oleos y que han de constituir un declarado trastorno, con tanto pastorcillo, quérube de batientes alas, y sabios del oriente. No, nada de eso. Encontré en medio de la ira, la de la ciudad, la mía, la del sonido, una ILUMINACIÓN: los dos minutos y trece segundos de "ANA", la cosa más chiquita y linda de los Pixies, que se servirá más abajo, acá nomás, el, presumo yo, ya exhausto lector de estas palabras (o el visitante fugaz, inesperado, ignorado -aunque felizmente contabilizado-, rapaz). Uno y otro (el asiduo y el ocasional) invitados a los enojos y sosiegos de este disco y, como siempre, a abundar en comentarios.
PIXIES - LIVE AT BBC - 1998 (grabado entre 1988 y 1991)
- "Wild Honey Pie" (J. Lennon & P. McCartney)
- "There Goes My Gun"
- "Dead"
- "Subbacultcha"
- "Manta Ray"
- "Is She Weird"
- "Ana"
- "Down to the Well"
- "Wave of Mutilation"
- "Letter to Memphis"
- "Levitate Me"
- "Caribou"
- "Monkey Gone to Heaven"
- "Hey"
- "In Heaven (Lady in the Radiator Song)" (P. Ivers & D. Lynch)
Pd.: y siendo que viene tan al caso, por llevar su nombre tan linda canción, linda como ella, todas esta ditirámbica diátriba (¿divertida?) va a mi amiga An (¿que ahora tiene tiempo de leer y de escuchar Pixies en el trabajo?). Beso, An.