martes, 14 de junio de 2011

Del interés por las cosas del tiempo (Erik Satie)

Llegué a interesarme por el tiempo no por su costado más pasmoso, hipertrófico, las tesis de los físicos, expresadas en sus pesados mamotretos. Tampoco me sedujeron sus costados más cercanos, el verbo o unos versos de John Keats.
Mi primer perplejidad frente al tiempo fue una pequeña desmesura: a los ocho años de edad entré al taller de un relojero y lo contemplé en el ejercicio de su precisa arquitectura. Una fuerte luz concentraba todos sus rayos en un pequeño círculo sobre su mesa de trabajo. Armado de unas pinzas finísimas colocaba, con pulso que envidiaría el doctor más cirujano, las mínimas piezas allí donde colocaba la vista, hiperbolizada a través del risible artefacto que pendía sobre su rostro. El impacto que causó sobre mí su imagen fue total. Más de una vez, desde entonces y hasta ahora, me asaltó la idea de abandonar todas mis empresas y colocarme como aprendiz en ese oficio que algo tenía, para mí, de enigmático y encantador: lo creía el ejercicio de un arte cercana al encantamiento, el poder de transformar el fluido devenir en el testarudo staccato de pequeñas rueditas dentadas y agujas, o quizás, más sorprendente aún, la operación inversa. 
Nunca emprendí, sin embargo, ni esa ni ninguna de las otras vidas (eremita, guardaparque, navegante, explorador, conquistador de las tribus del África en nombre de la corona británica, etc.) que a penas me contenté con imaginar, prefiriendo el sopor y la molicie de esta haraganería aplicada a las letras en la cual, por lo demás, y como sabrá apreciar el perspicaz lector, me va muy mal.
Pero el interés por las cosas del tiempo, que de ello me quiero ocupar y no de mi poco trascendente persona, renació poco ha, a consecuencia de la observación y meditación de los efectos desencadenados por las últimas calamidades que han venido a turbar, durante los últimos meses, el sopor y la molicie que tengo antedichos (y otra vez vuelvo a rozar la impudicia de ocuparme de un servidor, asunto que modestia y buenas costumbres me impiden abordar; dispense el lector estos lapsus). De un tiempo a esta parte, y pensándolo bien esa expresión constituye, casi con crueldad, una ironía, el tiempo se me ha vuelto y revuelto. Los días no transcurren ya, sino que manan, ora con más fuerza, ora más sosegadamente, y, más terrible aún, esta corriente de mi tiempo no forma caudaloso río, sino bamboleante estuario. Cada tantos días, pues, y elijo esa palabra, "días", para mayor satisfacción del lector, para su comodidad, que para mi no es ya una unidad cuyos contornos aparezcan tan visibles, cada tanto, decía, las mareas invierten a su antojo el flujo de la corriente y se me viene de prepo, a empellones, la oleada del pasado. Yo la recibo agitado, zarandeando con espasmo todas las extremidades lo mejor que puedo para mantenerme a flote, asomando la cabeza a penas por sobre la superficie, ensayando gritos de auxilio acallados fácilmente a cada nueva ola que acomete y me sumerge en: frías aulas, en pasillos de hospitales, en soleadas plazas, en tugurios, en iglesias catedrales, en oficinas, en los aposentos de la señorita tal, la señorita cual, en jardines de infantes, lo de abuela Mabel, fiestas de cumpleaños. 

***
A propósito del tiempo:

ERIK SATIE - PIEZAS PARA PIANO - Interpretación de Patrick Cohen en la Iglesia de San Miguel, Cuenca, Diciembre de 1997.

  1. Gnossienne nº 1
  2. Gnossienne nº 2
  3. Gnossienne nº 3
  4. Gnossienne nº 5
  5. Danse de travers III (Pièces Froides)
  6. Gnossienne nº 4
  7. Air à faire fuir I (Pièces Froides)
  8. Danse de travers I (Pièces Froides)
  9. Air à faire fuir II (Pièces Froides)
  10. Danse de travers II (Pièces Froides)
  11. Petite overture à danser
  12. Gnossienne nº 6
  13. Première pensée rose-croix
  14. Gymnopédie nº 1
  15. Caresse
  16. Gymnopédie nº 2
  17. Air à faire fuir III (Pièces Froides)
  18. Gymnopédie nº 3
  19. Sarabande nº 1
  20. Le Fils dels Étoiles. L'initiation
Advertencia e invitación finales: el orden de las piezas ha sido impuesto por el intérprete. Desparrámelo a su gusto el oyente. 

7 comentarios:

Reneé dijo...

Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice "la cómoda de alcanfor", ya nadie habla de "las trebes" -las trébedes-. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.
Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego -encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos.

/Cortazar

Puta al Pedo dijo...

Genial post sobre el tiempo y la musica de pelos como siempre!

Reneé dijo...

Que suerte que te gustó. Me parece que tenemos muchas cosas en común :)

Reneé dijo...

Los gatos son puro misterio, Buen Día se queda horas mirando lo que para mi (que soy pura ignorancia) es la nada misma... mirando algo que no alcanzo a ver porque no se ver.
Y a veces me mira a mi, y quizas para el yo soy la nada misma... no se...

(a mi me pasa igual nunca se donde contestar)

Reneé dijo...

Te mande un mail.

Caro dijo...

yo tuve una visión similar a la tuya. Los relojeros siempre se ven de espaldas, una espalda curvada que termina casi abruptamente en el filo último del cuello. Suponemos que la cabeza del hombre pende por debajo de la línea imaginaria que trazan nuestros ojos y que se encuentra reconcentrada sobre el ínfimo aparato compuesto de pequeños mecanismos que encastran y cuyo desastre total puede ser una pelusa o la quebradura inusita de uno de los dientes de la rueda. Imagino también, para salirnos de tanta imagen romántica, cómo serán los relojeros del presente, cómo han de arreglárselas con los relojes digitales y demases tecnologías.
El tiempo viene ultimamente a partir del resurgimiento de imágenes más o menos insignificantes, porque una cosa es recordar el pasado, la molicie emotiva o dolorosa, pero otra muy distinta es que el presente venga a horadarse con situaciones que poco valieron la pena o que son como postales de una ciudad detrás de las cuales no queda, en realidad, demasiado.
Ya es mucho comentario todo esto. Vine para bajarme un diquito, porque estoy en mi casa de Villa y necesitaba algo de música, y terminé bajando estas sabias palabras del servidor. Proseguiré la búsqueda del disco de todos modos. Y por favor, no abandones el destino posible de convertirte en conquistador de África.La alquimia ya fue.
besos

An dijo...

Bamboleante estuario. ♥